Grises, grises y opacos
eran mis días antes de que lo viera.
La lluvia envolvía los
edificios de la ciudad
Con un manto negro que
oscurecía todo a mi alrededor.
Monótonos sonidos salían de
los restoranes del centro
mezclándose con la brisa y
jugando con el viento.
Yo estaba así, como un ente
más
Deslizándome por las
baldosas que formaban parte del pavimento.
Hasta que por arte de
magia, en medio de una multitud
Que se abría temerosa de
los estruendos, lo vi,
Vi sus ojos de miel,
grandes y penetrantes
Que como en una batalla
cuerpo a cuerpo, se enterraron en mi
Al igual que lo hace la
filosa espada en el soldado que va perdiendo.
Caí al instante prisionera
de su manera de andar
Sus labios de carmesí se
grabaron en mi retina.
De pronto la atmósfera se
volvió respirable
Y una gota de ilusión se
coló a mi alrededor.
Una vida entera recorrió mi
mente,
Proyectos, ideas, deseos
ardientes.
¡Milagro! Fue cuando esa
criatura celestial pasó frente a mí.
Por fin dios había
escuchado mis plegarias,
Eras que rezaba cada noche
acurrucada en el tibio calor de mi almohada
En ese momento creí tocar
el cielo con las manos.
Me vi extasiada, perdida en
un mar de sueños que desde antaño añoraba.
Pero en ese instante todo cambió,
Él siguió su camino y ni
siquiera de mi existencia creo yo, se
percató.
Me quedé así, ahí viendo
como ese dulce sueño en un segundo se borraba.
La lluvia comenzó a caer
nuevamente,
Borrando la figura de aquel
extraño
Que salió de la nada, entre
la gente.
Nunca más volví a vivir
algo así, nunca más lo vi.
Ese ángel misterioso abrió
sus alas y voló
La magia en un instante se
desvaneció.
Sólo quedó en mí un simple
recuerdo,
Una mirada feroz
Que aunque he gastado mi vida
Sigo buscando hasta el día
de hoy.